miércoles, 2 de mayo de 2007

Otra vida a tu lado

“Todo lo que nace del hombre es hombre,
y todo lo que nace del espíritu es espíritu”.
Juan 3- 6




Cuando el límpido vaso de la ilusión llega a su máximo -algo muere, algo nace- se traspasa su límite de ámbar y todo comienza a rebosar, todo se desborda con más rapidez de lo que quisiésemos. Es justo cuando unas puertas de madera se abren y comienzan a salir nazarenos. Después, un golpe de martillo nos hará recordar que hay en Sevilla un Cristo cuyas rodillas besan claveles.

La cruz está baja, tiene el alma de cal y añil y un fulgor lívido moreno resalta de luz en su piel nazarena. Buena Muerte. Algo muere y sorprende al exultante y vivo sol de primavera en el calor brillante de la tarde. Arabesco de bronce, desnudo sobre el clasicismo de su paso renacentista. Algo renace en el alma del nazareno que recuerda como Él fue quien le enseñó todo, Él dejó lecciones impresas hechas sombras sobre las paredes blancas de su barrio desde los primeros Domingos de Ramos de su infancia, Él encauzó sus incautas ansias cofrades de niño y le enseñó la metáfora de la vida y la estación de penitencia. Le enseñó que todo lo que es bello por fuera ha de ser valioso por dentro, que no hay belleza sin sacrificio y que nada vale sin amor, que por eso va crucificado en mitad de la tarde, por que lo ha dado todo. Por eso algo nace cuando el sol resplandece en el Cristo moreno de San Julián.

Es muy poco tiempo el que paso detrás de ti, diez, once horas al año. Para consolarme sumé todas las de mi vida y, me salieron cien, doscientas, trescientas, quién sabe; todas serán pocas para darte las gracias por haberme dejado acompañarte tantas veces, por dejarme ir tan cerca, por compartir contigo una milésima de tu sufrir, por estar contigo a la vuelta, para ver como sin darnos cuenta llega la noche, como así también llegará el ocaso de nuestras vidas, y percibiremos que hemos hecho demasiado poco, qué todo es nada.

Y así es como, sin quererlo, nos llegará la luna para enmarcar tu presencia en el misterio más romántico de Sevilla, soledad valiente del recogimiento cansado del regreso. Con ella será el momento de desear otro año a tu lado, otro año detrás de ti y de darte las gracias –algo nace- porque un nuevo nazarenito irá acompañándote de ahora en adelante. Él mismo que con su medalla y en brazos de su madre te vio pasar triunfante por la Puerta de Córdoba. Medio despierto, medio dormido, medio despistado, medio sorprendido de verte en la calle por primera vez con tan sólo treinta y tres días de vida. Será momento de recordar todo lo aprendido, todo lo que tú me has enseñado, recordar, recordar... Porqué hay en Sevilla un Cristo, cuyas rodillas besan claveles.
sumhis

Publicado en Boletín nº 70 de la Hermandad de la Hiniesta-Junio 2007