viernes, 5 de febrero de 2010

La llegada del aire tibio

“Esta primavera de ojos ingenuos va a nacer para ti, Olga”


Antes de que regrese por los callejones en la madrugada del Lunes santo, escoltada por velas derretidas y perfumadas de abril como la que llegó a tus manos la tarda y triste primavera del año pasado. De recordar las caminatas de tu juventud junto al que entonces era tu novio. Ese dolor de pies y esa llegada feliz a casa para iniciar la semana… horas después en el Tiro de Línea, todo por delante como la misma vida. Primavera plena, ilusión joven. Antes de que la veas venir bajo el celeste de la tarde brillante del Domingo de Ramos y tu mente confunda la memoria con la realidad preciosa y vital de tus dos hijos vestidos de azul y blanco para acompañarla. Antes, incluso, de llevar las túnicas a la tintorería y de preparar las ropas de estreno de los días grandes. Antes de que escuchemos por la radio las palabras de anuncio del pregonero, mientras nos preparemos para visitar iglesias. Antes de que el calendario nos diga que hemos acabado el invierno para entrar en la estación de las paradojas, de semillas arcanas que dan frutos de ímpetu, de misterios de vida y vida sin misterios, de la vida en esencia. Antes de que florezcan los naranjos. Antes, antes, antes… un día notarás que el aire es distinto.

Sorprende siempre aunque tanto, de veras, lo esperemos. Es tanta su carga sentimental, que a pesar de todo sorprende… más aún –lo sabes- este año; nos rasgará el espíritu como la llaga del costado de un crucificado y brotarán las lágrimas esclavas de la emoción. Será, entonces, cuando sentirás que teniendo tanta pena tienes mucho que agradecer, que disfrutar… Lo sentirás, no lo pensarás, esas cosan no admiten reflexiones ni filosofías: se sienten. Será una bocanada al salir de casa o al abrir la ventana, vendrán olores imposibles de describir, aromas que realmente no sabemos de dónde proceden aunque nos son dulcemente familiares, sensaciones que únicamente evocan primaveras… será templado, tibio, suave. Y con él un vuelco del corazón al que parecerá crecerle alas… un ansia irrefrenable de vivir, que escapa de discursos o explicaciones. Ese día pondrás fin al túnel opaco en el que meses atrás la carretera tortuosa de la vida te llevó; nos llevaron las ausencias, la impotencia, la tristeza. Sin poder desviarnos por una vía secundaria, sin poder frenar, sin poder tirarnos a la cuneta…

Te dolerá incluso, renegando de tu propio derecho a ser feliz, pero fuerzas más grandes que nuestras voluntades nos harán otear, cual elanio azul en la lejanía, esa utopía que llaman felicidad y que nos mueve. Y sí habrá una palabra –esperanza- que, perdida, abrigarás en la caja secreta de la custodia del alma que nunca duerme, como algo bien hallado que nunca volverás a perder.

Será, casi seguro, en este segundo mes del calendario. Aproximadamente -días antes, días después- cuando Ella baje a recibirnos. Y una mañana de domingo con sus manos expuestas para que las besemos y con su mirada cabizbaja y melancólica te esperará en el presbiterio… Allí, donde el lapislázuli brille. Llegaremos a Ella con la mente en anhelos de azul ceniza, cubierta en la limpia espesura por un humo sagrado como el de una ceremonia y onírico como el de las salas de cine, y nos vendrán tantos recuerdos que desbordará el vaso de los sentimientos eternos… Entonces, bastará que la mires a los ojos para que Ella te vea, y así, levemente, en silencio, sin que nadie lo perciba, como las realidades más bellas, os digáis la una a la otra lo que las dos sabéis. Y coincidiréis. Sin vértigo. No necesitarás oído, no necesitarás palabras, no necesitarás nada. Bastará con la mirada para decirle “te quiero”.
sumhis

martes, 2 de febrero de 2010

Luz de San Julián

Le das vida al caserío;
ojiva de San Julián,
cuando el calor del gentío
con estreno de atavío
se ilumina con tu cal.

Un sol intenso de Ramos
besa toda la fachada,
y de blanco inmaculado
y reflejos azulados
la tarde se desparrama.

Se mezclan en la retina
de niños, sobre los hombros,
los brillos de plata fina
y la tiniebla en esquinas
ante su perplejo asombro.

Un palio buscando encuentro;
sintiendo la luz se sale,
desde el frescor de su templo
a tierra nos para el tiempo...
¡Ya está La Hiniesta en la calle!


Diego Romero Pérez