jueves, 10 de marzo de 2011

Con los rayos de la luna

Del color del cielo atardecido se hizo su palio, su manto; de ese azul ausente ya de frío, que atisba marzo por los tibios espacios que, tras el confín de las estrechas calles, nos abre la Puerta de Córdoba. Con la leyenda, los versos y con los versos la cal de las paredes de su barrio que inspiraron el blanco de las flores que perfuman su paso cada Domingo de Ramos. Otro azul más resplandeciente, que diríase caliente, brillante, es el que tomó Seco Velasco del refulgir de los tejados con el cielo dorado de amaneceres de abril sobre las alturas de San Julián, para ornar de lapislázuli el oro de su corona. Y Cayetano González robó el azul añil de la melancolía para dibujar la orla de convocatorias de cultos, que anuncia emociones, al dejar su nombre impreso por las puertas de las iglesias. Pero, antes, ya Juan Manuel había capturado los rayos de la primera luna de primavera para bordar la primavera misma sobre raso, que luego sería terciopelo. Selene triunfante, que ahoga la pena insomne destellando hebras de plata.


Por ello, cuando los presagios van haciéndose realidad, al alcanzar las yemas de los dedos horas que ya no pertenecen al frío, cuando la alegoría de Botticelli ya es un boceto bien definido, con toda esa eclosión de señales, descifrables mensajes, desterrar de los días que tan lejos la veía… Ella nos recibe. Acaba de florecer el azahar. Se nos ofrece limpio. Y Ella baja para encontrarnos. Para ofrecernos sus manos puras. ¿Cómo no confundirla con la misma primavera? 

Presenta la sencilla elegancia de la misma naturaleza, sevillana manera de ostentar la gracia, de llevar la retama, el pañuelo. La misma que flota en las músicas de Marvizón, Peralto o Farfán, sendas paralelas hacia un pleno y único destino; como los hermanos Delgado crearon los doce varales de su paso de palio, tan diferentes y parecen los mismos… diversas formas de entender idéntico amor. Así, cuando junto a Ella levantamos la mirada para ver su cara se ignoran -desaparecen casi- los atributos, los adjetivos, y sólo hallamos la primavera en esencia, la primavera desnuda. Tanta belleza triste de la que olvidábamos el ingrediente más puro. El eterno llanto del dolor de nuestras vidas. Ay, efímera primavera plena, inacabable nostalgia…

Infinitas son las posibilidades mas solo a un reclamo el corazón acude. Vamos el primer domingo de cuaresma a verte desde el invierno. Selenitas ansiando luz, calor de tus rayos -qué la luz de la luna viene del sol…- y al acercarnos, a tu lado, tendrá lugar el equinoccio. Nunca se está más cerca de la primavera que en el momento de besar tus manos, contradictorio puñal de nuestra alma, porque en ese beso van con nosotros aquellos que se fueron, todos los que no están, todo lo que nos falta.



sumhis