sábado, 3 de enero de 2009

Presentes escondidos

A mis padres




Cuenta San Mateo que llegaron de muy lejos, y venían siguiendo una estrella. Eran magos procedentes de oriente, hombres sabios conocedores de los textos sagrados e intuían el inminente nacimiento del Mesías. Lo que les hizo relacionar esto con la extraña aparición de una itinerante estrella en el cielo que parecía indicar una ruta. Todo ello llegó a oídos de Herodes, rey de Israel, que vio en quien iba a nacer un rival, por lo que rogó a éstos averiguaran el lugar exacto con la intención de acabar con la vida del bebé. Un ángel previno a José y éste con su familia huyó a Egipto. Así mostró el recién nacido su Gran Poder, logró escapar de la tiranía de Herodes, no sin antes recibir en su humilde portal a estos magos que, al verle se postraron ante Él, le adoraron y le ofrecieron regalos. Es por eso que celebramos el día de la Epifanía como la demostración de su majestad omnipotente. No nos dice Mateo cuántos eran los magos, la tradición nos cuenta que tres.


Pero, este asombroso hecho nos debe hacer reflexionar que, igualmente, hay cosas que no encuentran explicación en el momento y luego descubrimos que obedecen a un motivo. Y que las cosas más maravillosas nacen de los sentimientos más nobles, de retorcidos renglones, de esperanzas frustradas, fracasos bienintencionados y eventuales desengaños. Y que, muchas veces, pasan desapercibidas. Son tesoros escondidos.


Así, pocos saben que existió un cuarto Rey mago, se llamaba Artabán
[1], y al igual que los anteriores siguió el mismo astro del cielo para adorar a Jesús, no sin antes cargar en su equipaje sus más preciados presentes. Pero este caminar que a los otros les duró semanas a él le supuso media vida. Por mor del destino fue donando sus regalos ante necesitados que se encontraba en su travesía. Luego murió agotado su caballo sobre arenas del desierto, debiendo seguir a pie su caminar. Más tarde, en un hermoso gesto, sobornó a soldados de Herodes con el resto de regalos que cargaba para salvar vidas de esos bebés vilmente perseguidos por el rey judío; mas al ser advertido cayó preso durante más de treinta años. Mucho tiempo después, logró recuperar la libertad gracias al perdón de Poncio Pilatos. Y quiso el Señor que la peregrinación de su vida llegara a fin, inesperado, sorprendente, mágico, pero hermoso. Fuera de la cárcel, se encontró callejeando con una muchedumbre que asistía a la ejecución de un predicador. Sus pesados andares de viejo le llevaron cerca de aquél niño de Belén que pretendía adorar treinta y tres años atrás. Es decir, se encontró con el Señor del Gran Poder y su zancada valiente. Con la cruz de la redención cargada sobre su hombro izquierdo y camino del Monte Calvario. Él lo ignoraba, sin embargo, aquél sí que lo conocía y apreciaba, no olvidándose de sus acciones. Al verle le dijo “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste”.


Aturdido respondió “¿Cuándo hice yo lo que decís”?, y Jesús, mostrando nuevamente su suma dignidad le contestó:


“Cuanto hiciste por mis hermanos, lo has hecho por mí”. Así murió Artabán o mejor, inició su último viaje hacia las auténticas estrellas que adornan la eternidad, de la mano del Mesías verdadero.


Esa magia desapercibida, también late en nuestros días sin que nuestros ojos sepan despejar nuestra conciencia. No hay cuatro reyes magos. Hay tantos reyes magos verdaderos y olvidados…


Yo conozco a uno de ellos, pero no supe de su travesía del desierto hasta hace poco:


Transcurría una mañana de enero del año cincuenta y tantos cuando un padre de tres hijos y su mujer que vivían de alquiler en un piso cercano a la calle Sol de Sevilla escucharon el timbre de la puerta. Los niños jugaban con los regalos que le habían dejado los Reyes dos días antes, y el padre se acercó a ver por la mirilla. De pronto, torció el gesto y se puso extrañamente nervioso, se volvió a sus críos y les mandó esconder los juguetes. Una Señora preguntó por el alquiler y él que, atravesaba una difícil situación laboral, consiguió una moratoria hablándole con el corazón, mirándola a los ojos y prometiéndole el pago en días venideros en los que debía cobrar un trabajo realizado. Se cerró la puerta, la madre suspiró. Los niños volvieron a jugar…


Dos días antes, tras mucho dudar, él había cogido el sobre de los ahorros guardado con cuidado en un cajón y se lanzó a la calle; gracias a ese gesto, la noche de reyes unos magos entraron por la chimenea y dejaron tres humildes juguetes pero los más valiosos del mundo en el corazón de aquellos niños que se hicieron mayores y nunca lo olvidarían. Nunca olvidarían el verdadero regalo de aquella epifanía –sentirse queridos-, el gesto de aquel padre en aquel día, así como en el resto de su vida. Lejos del materialismo y el consumismo imperante les enseñó que es más bello dar que recibir, compartir que poseer y que es en ello en lo que el hombre halla su plenitud. En el amor, que no es otra cosa, que el verdadero Gran Poder de Dios.


Ahora, recién nacido el año, una vez que culminó la corona de adviento, podemos ir a la Basílica y podemos ver a ese niño pobre del pesebre, a ese ajusticiado que se encontraría con el cuarto Rey Mago camino del Gólgota y le dejase claro –una vez más- el verdadero mensaje con el que muestra su majestad, su poder y su grandeza. El Divino Nazareno de San Lorenzo está conmemorando sus días grandes, se le dedica su quinario y el día 6 la función. Pues, si nos fijamos, veremos que es el mismo desgraciado que fue perseguido desde su nacimiento y cuyos padres no tenían que regalarle, pero quiso el destino que se postrasen ante Él los Reyes, porque postrarse ante Él es adorar el amor. Si buscamos sus ojos por encima de las velas y los claveles que en estos días hacen de pirámide celestial hacia la cúspide de su altar, veremos el poder del amor sin límites. La piel desgastada por el dolor, mas la misma inocencia limpia que brota de sus pupilas serenas. Él nos dice que pasarán los bienes materiales, pero nunca pasarán las obras del corazón. Y en su mirada sólo un necio puede olvidar que él renunció a los lujos; y en sus ojos nadie puede obviar la advertencia: ningún regalo vale más que una sonrisa, ningún juguete vale más que el tiempo que un padre le dedica a su hijo, y ninguna lección le hará mejor que el saber compartir lo que tenga con los que no tienen. Y entre ellos tantos niños que el día seis amanecen sin regalo, y lo que es peor sin lo más necesario de sus vidas: el Amor.


Así nos espera el Señor en estos días, ese mismo niño de Belén, que está indicando el camino, y está diciendo a esos padres – Artabanes olvidados- que de ellos es el reino de los cielos.
sumhis



[1] Artabán es un personaje ficticio protagonista del cuento navideño The Other Wise Man (El otro rey mago), escrito en 1896 por Henry van Dyke, parece ser que basándose en una tradición de origen ruso o armenio.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que de verdad hay en este texto Sumhis. A veces, arrastrados por la vorágine materialista de las fiestas, no reparamos en el sentido más profundo y noble de la Navidad. De todas formas, y aún cometiendo muchos errores en el intento, trato de hacerles ver a los mios que deben convertirse en buenas personas, no por lo que tienen sino por lo que son.
El otro día, viendo uno de esos programas documentales de televisión, se me grabó a fuego las palabras de un pobre indigente que vagabundeaba por las calles de Madrid. Cuando la reportera le preguntaba como conseguía vivir en condiciones tan precarias, él contestó con un lacónico: "No olvides que por muy mal que esté una persona siempre habrá alguien que se encontrará peor". Quizá estoy hablando de uno de esos Artabanes de la vida como los de tu artículo.

Sumhis dijo...

No sabemos si Artabán existió o no. Pero, con seguridad, sí que existen tantos cerca de nosotros y pasan desapercibidos porque nuestros ojos se han vuelto ciegos para el verdadero brillo natural de las cosas valiosas y prestamos atención al artificial y falso de los valores que nos quieren vender.

Reina_Guapa dijo...

Preciosa entrada y blog...siento no haber llegado antes hasta él. No soy muy partidaria de los blogs, la mayoria llenos de sobrada autoestima en busca de más, solo admiro aquellos que no admiten comentarios, que salen del alma para trasmitir a los demás parte de él mismo....pero algunos...como este...es obligatorio dejar comentario puesto que despues de leer lo necesitas, necesitas decir a "Carlos Castro" que es maravilloso lo que sale de tu interior Carlos Castro...y quien es Carlos Castro?...debe ser una persona buena. Gracias por compartir sentimientos.

Sumhis dijo...

Gracias, por tus palabras Reina_Guapa. Espero que nos visites frecuentemente, y que dejes en el blog algo de tu interior, para hacer más rico éste. Gracias a tí.