ojiva de San Julián,
cuando el calor del gentío
con estreno de atavío
se ilumina con tu cal.
Un sol intenso de Ramos
besa toda la fachada,
y de blanco inmaculado
y reflejos azulados
la tarde se desparrama.
Se mezclan en la retina
de niños, sobre los hombros,
los brillos de plata fina
y la tiniebla en esquinas
ante su perplejo asombro.
Un palio buscando encuentro;
sintiendo la luz se sale,
desde el frescor de su templo
a tierra nos para el tiempo...
¡Ya está La Hiniesta en la calle!
Diego Romero Pérez
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