martes, 20 de enero de 2004

Salud de Triana

A Pablo



Los cuerpos estaban cansados tras el filo de un Lunes Santo inolvidable. Era ya martes de madrugada bajo la luna creciente de Triana. Nos despedíamos del día al cobijo de la candelería iluminada de la Virgen de la Salud, parada en la Avenida de Alvar Núñez a la espera del último suspiro de Soberano Poder de la cuadrilla de costaleros de su hijo. Él que todo lo puede avanzaba entre naranjos de sueños y de izquierdo adelantado. Retrasada en el horario, iba, sin embargo la cofradía... Y ella, parada entre el murmullo, casi inadvertida entre la multitud agotada, entre el hálito de la hora mágica y la perdida. Como una luz quieta entre destellos de estrellas fugaces, como una flor en la sombra.

Delante del paso un padre llevaba a su hija –doliente de una enfermedad de esas que llaman “raras”- entre sus brazos. La besaba y miraba a la Virgen. La pequeña, inquieta sólo movía los brazos intentando alcanzar una de esas lucecitas que precedían a la Señora. Él reía con la cara y lloraba con los ojos. Entre el ruido se pudo escuchar sus palabras: “Ésta es la Virgen que te va a poner buena, anda, tírale un besito”. De pronto, se levantaron los faldones, el padre se agachó y los costaleros de la primera besaron a la niña.

El Cristo de San Gonzalo aún no había entrado y los sonidos de las dos bandas corrían peligro de interferirse, pero la Virgen se levantó y comenzó a andar, aunque tuviese que ser en silencio. Se levantó por la Salud de aquella niña y nos dejó grabada en el alma la última imagen de un inolvidable Lunes santo. La trasera de palio de aquella Virgen cuyo nombre sólo puede pasar inadvertido cuando está a nuestro lado. Cuando no lo echamos de menos. Porque el dulce gesto de sus ojos en aquella levantá siempre quedará marcado en los corazones cansados de los afortunados que lo presenciamos. De los que soñamos desde entonces con tu inagotable compañía:
María Santísima de la Salud.
sumhis
Publicado en www.elnazareno.info -Enero 2004

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