domingo, 20 de diciembre de 2009

La luz del agua (y II)

“a Mariló. Nuestras vidas,
nuestros nombres, nuestra navidad…”

Bajó del altar para acercarse a su pueblo, trocar ilusión por el mimo con la que la besamos. Y le canta el frío de más allá del arco, el calor del interior al abrigo, el hálito del hogar de piedra, del de espíritu, las luces de colores de las calles, neblina de las mañanas, el papel de sueño de las cartas de los niños, campanilleros, el adviento mismo, la navidad entera. Cuando a la Virgen le cantan villancicos, mira a su izquierda y llora de emoción al ver el niño que en su regazo acoge la Virgen del Rosario, mira a su derecha y llora de dolor al ver la corona de espinas que deja regueros de sangre sobre la frente del Señor de la Sentencia. Por eso parece llorar de dos maneras distintas.

Tiene la corona de Joyería Reyes sobre sus sienes, y viste nueva saya blanca de pureza y viejo manto verde de esperanza, el tisú “descolorío” que bordara con primor Juan Manuel. Sobre la saya la pluma de Muñoz y Pavón. La escalera desde su trono al suelo alfombrada de rojo. Y aquél vacío. Sobre él una inmensa corona de realeza. Las flores, pequeñas calas con helechos de cuero. En su mano izquierda rosario verde. Sobre su cuello medalla de oro de Isabel la Católica. Y en su pecho las verdes esmeraldas de Joselito y un broche de piedras preciosas de Juana Reina. Sólo le falta el pañuelo para secar nuestras lágrimas. Porque lo tienen los ángeles que la bajaron.





Como en la caverna de Platón todo es reflejo de otro mundo -aún más bello-, el de las ideas. La vida secreta de los sentimientos. Y así, la corona es un sol que desde lejos ilumina a quien desde tiniebla se acerca, el blanco de la saya paz que calma el corazón inquieto y atormentado, el manto nostalgia, melancolía que nos trae recuerdos que tiñen en sepia, la pluma instrumento que nos llama al intento –imposible no hay nada- de expresar lo que sentimos, y la escalera nos incita a subir otro peldaño, a superar miedos, penas, desengaños. Arriba, la gran corona, la protección de quien nos espera algún día allá en las alturas. Las flores, bálsamo que suavizan la amargura, el rosario cuentas de lo mucho que aún nos queda por vivir y las esmeraldas lágrimas de esperanza sobre nuestra desesperación. El broche un cerrojazo al desaliento y la tristeza. Su cara el cielo.



Eso lo sabe bien quien va a verla con el corazón roto. Porque no quiero caer en el tópico del faro para quien está perdido, pues basta con decirle su nombre exacto que así de exacto es lo que transmite, y a Ella la denomina. Esperanza. Luz del agua. Si agua necesitamos para vivir, si en el agua nació la vida, si vivimos nueve meses oscuros en el vientre de nuestra madre sumergidos en agua, ¿qué haríamos sin luz, de qué nos sirve una vida sin ilusión?

Y por encima de todo, Madre, por eso representa tan bien el calor de quien nunca nos falla y, por eso, al acercarnos recordamos aquella que nos dio a luz –otra vez las mismas cosas-. Por eso, antes de besarla, en silencio, la nombramos también con sus otros nombres que, nos son familiares y que, hablan de Ella misma en otros episodios de su vida, y de nosotros. Y así, la llamamos de la O, de las Aguas, de las Flores, Inmaculada, Victoria, Rocío, Granada, Valle, Salud, Piedad, Amargura, Penas, Dolores, Madre del Mayor Dolor, de la Palma, Soledad, Hiniesta, antes del nombre justo… Esperanza.



Frente a Ella, un coro de campanilleros le canta villancicos. Y desde el cielo suena otro, la realidad secreta de estas fechas, aquel que decía… “San José era carpintero y el niño carpinteaba, los angelitos del cielo con la viruta jugaban” …Con su pañuelo jugaban.

sumhis

3 comentarios:

JACINTA dijo...

Estimado amigo: Te deseo unas Entrañables Fiestas en compañía de tus seres queridos. Una seguidora de tu exquisito blog.

Sumhis dijo...

Muchísimas gracias. Igualmente, feliz navidad.

ANTONIO SIERRA ESCOBAR dijo...

Describir lo que has descrito, no es dificil, lo difícil es hacerlo, como lo has descrito. Inconmensurable. Felicidades y gracias por compartir tanta sensibilidad.